Suficiente un pozo, turbina y los brazos de un hombre, que funge como jefe, y una mujer de 71 años llamada Teresa González Hidalgo, para hacer que 100 canteros produzcan en el organopónico El Pití, ubicado en el consejo popular Harlem, al sur occidente de la ciudad de Holguín.
Ese hombre y la mujer locomotora componen la fuerza laboral para un área bruta de tres mil 300 metros cuadrados, donde crecen con lozanía la lechuga en su mayor parte.
También la acelga, el quimbombó, la cebolla blanca grande, el rábano y otros vegetales, como la remolacha que va en camino.
Y para mantener el ciclo de siembra, todo listo para recolectar las semillas de acelga, y no faltan las plantas para contener las plagas, a la vez que dan color a la pequeña gran empresa.
Teresa tiene tanta energía y amor por su organopónico que su hija Aleida que le lleva el almuerzo calientico hasta su puesto de trabajo.
Teresa González Hidalgo, madre de seis hijos, y con el temple de Mariana Grajales, reta a los muy apegados a FaceBook, sus palabras son tajantes.
Ella podía estar en casa viendo novelas o dedicada a los quehaceres del hogar, pero su sangre mambisa no está apta para el descaso. Tanto que no pide jubilación y dice que cuando muera, se encargará de limpiar las tumbas.
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