Hace 55 años, el 3 de octubre de 1965 Fidel daba a conocer en el teatro Chaplin que el Partido Unido de la Revolución Socialista adoptaba el nombre de Partido Comunista de Cuba y presentaba su primer Comité Central. En especial conjunción, Fidel daba lectura a la carta de despedida de Che Guevara. A continuación fragmentos del discurso:
Todo el país ha recibido con júbilo y entusiasmo la noticia de la constitución de nuestro Comité Central. Los nombres de los compañeros que integran este Comité, así como su historia, son sobradamente conocidos. Si no todos son conocidos por todos, todos son conocidos por una parte considerable e importante del pueblo. Hemos procurado escoger a quienes en nuestro juicio representan, de la manera más cabal, la historia de nuestra Revolución, a quienes, tanto en la lucha por la Revolución, como en la lucha por la consolidación, defensa y desarrollo de la Revolución, han trabajado y han luchado tesonera e incansablemente.
No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos años que no esté ahí representado; no hay sacrificio, no hay combate, no hay proeza —lo mismo militar que civil— heroica o creadora que no esté representada; no hay sector revolucionario, social, que no esté representado. No hablo de organizaciones. Cuando hablo de sector hablo de obreros, hablo de jóvenes, hablo de campesinos, hablo de nuestras organizaciones de masa.
Hay hombres que fueron portadores durante muchos años de las ideas socialistas, como es el caso de quien fuera fundador del primer Partido Comunista, el compañero Fabio Grobart; casos como la compañera Elena Gil, cuya extraordinaria labor al frente de las escuelas por donde han pasado más de 40 000 campesinas de las montañas, donde se han formado miles de maestros, donde estudian hoy más de 50 000 jóvenes y niños, y que nosotros consideramos un trabajo verdaderamente ejemplar; o casos como el compañero Arteaga que, además de su historial de lucha, durante siete años ha trabajado en el sector agrícola y ha llevado a cabo planes exitosos, en algunos casos extraordinariamente exitosos, como es el plan agrícola del Escambray; casos de compañeros como el teniente Tarrau, compañero sobre el cual tal vez muchos no hayan oído hablar, pero es el compañero a quien el Ministerio del Interior situó al frente de los planes de rehabilitación en Isla de Pinos y donde ha llevado a cabo, con actitud ejemplar y abnegada, un brillantísimo trabajo del cual algún día tendrá que hablarse y escribirse mucho.
He mencionado casos de compañeros, algunos más conocidos, otros menos conocidos. Sería interminable la lista de los compañeros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias por su historia antes y después del triunfo, ¡antes y después del triunfo!, como ejemplo de ejemplares revolucionarios, de incansables trabajadores, como ejemplo de superación en el estudio, en el desarrollo de la cultura, de los niveles culturales y de los niveles políticos, compañeros de una modestia extraordinaria, en cuyas manos ha estado fundamentalmente la defensa de la patria en estos siete años de peligros y de amenazas.
De los más conocidos no es necesario hablar. No quiere esto decir que estén aquí los únicos valores de la nación. No, muy lejos de eso. Cuenta nuestro país afortunadamente con incontables valores y sobre todo una promoción de compañeros nuevos, en pleno desarrollo, que algún día —sin duda de ninguna índole— llegarán a ostentar esa responsabilidad y ese honor.
Si nos preguntamos quienes faltan, indiscutiblemente que faltan. Sería imposible constituir un Comité Central con 100 compañeros revolucionarios sin que faltaran muchos compañeros. Lo importante no son los que faltan, esos vendrán detrás; lo que importa son los que están, y lo que representan los que están. Y nosotros sabemos que el Partido y el pueblo han acogido con satisfacción al Comité Central que se ha constituido.
Este Comité, reunido en el día de ayer, adoptó distintos acuerdos:
Primeramente, ratificar las medidas acordadas por la antigua Dirección Nacional, ratificar al Buró Político, al Secretariado y a las comisiones de trabajo, así como también al compañero electo para el cargo de Secretario de Organización.
Pero, además, adoptó dos importantes acuerdos, que a su vez habían sido sugeridos por la antigua Dirección Nacional. Uno, lo que se refiere a nuestro órgano oficial, y es que en lugar de dos periódicos con caracteres políticos como se venían editando, concentrar los recursos humanos, concentrar los recursos en maquinaria y en papel para hacer un nuevo y único periódico de carácter político matutino, además del periódico El Mundo que no es un periódico propiamente de orientación política. Unir todos esos recursos y hacer un nuevo periódico que llevará el nombre de Granma, símbolo de nuestra concepción revolucionaria y de nuestro camino.
Y otro acuerdo aún más importante, en lo que se refiere al nombre de nuestro Partido. Primero fuimos ORI, en los primeros pasos de la unión de las fuerzas revolucionarias, con sus aspectos positivos y sus aspectos negativos; después fuimos Partido Unido de la Revolución Socialista, que significó un progreso extraordinario, un extraordinario avance en la creación de nuestro aparato político. Esfuerzo de tres años en que, de la cantera inagotable del pueblo, se extrajeron incontables valores surgidos de entre las filas de nuestros trabajadores, para llegar a ser hoy lo que somos en cantidad, pero sobre todo lo que somos en calidad.
Pero Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba dice mucho, pero no dice todo; y Partido Unido da todavía la idea de algo que fue necesario unir, que recuerda todavía un poco los orígenes de cada cual. Y como entendemos que ya hemos llegado al grado tal en que de una vez por todas y para siempre ha de desaparecer todo tipo de matiz y todo tipo de origen que distinga a unos revolucionarios de otros, y hemos llegado ya al punto afortunado de la historia de nuestro proceso revolucionario en que podamos decir que solo hay un tipo de revolucionario, y puesto que es necesario que el nombre de nuestro Partido diga no lo que fuimos ayer, sino lo que somos hoy y lo que seremos mañana, ¿cuál es, a juicio de ustedes, el nombre que debe tener nuestro Partido?
Pues ese es el nombre que, interpretando el desarrollo de nuestro Partido, de la conciencia revolucionaria de sus miembros y de los objetivos de nuestra Revolución, adoptó en el día de ayer nuestro primer Comité Central.
Y es muy correcto, como explicábamos ayer a los compañeros del Comité; la palabra comunista ha sido muy calumniada y muy detractada a lo largo de los siglos. Comunistas hubo a lo largo de la historia, hombres de ideas comunistas, hombres que concebían un modo de vivir distinto a la sociedad en que habían nacido, y los que pensaron de una manera comunista en otros tiempos fueron considerados, por ejemplo, comunistas utópicos, quienes hace 500 años, porque de una manera idealista aspiraban a un tipo de sociedad que no era posible en aquel entonces dado el ínfimo desarrollo de las fuerzas productivas con que contaba el hombre; dado que al comunismo de donde partió el hombre primitivo, para vivir en una forma de comunismo primitiva, no podrá volver el hombre sino mediante tal grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y tal modo de utilización de esas fuerzas, modo social de utilización de esas fuerzas, que se puedan crear los bienes materiales y los servicios en cantidades más que suficientes para satisfacer las necesidades del hombre.
Y todos los explotadores, todos los privilegiados, odiaron siempre la palabra comunista como si fuera un crimen; anatematizaban la palabra comunista.
Y por eso cuando Marx y Engels escribieron su Manifiesto Comunista que daba origen a una nueva teoría revolucionaria, a una interpretación científica de la sociedad humana y de la historia humana, ellos decían “un fantasma recorre a Europa, y es el fantasma del comunismo”, porque como un fantasma, con verdadero miedo, contemplaban las clases privilegiadas esas ideas.
Mas las clases privilegiadas en cualquier época de la historia contemplaron siempre con extraordinario miedo las ideas nuevas, y la sociedad romana se aterrorizó en su época también con las ideas cristianas cuando estas ideas surgieron al mundo, y fueron en un tiempo las ideas de los pobres y de los esclavos de aquellos tiempos.
Y por odio a esas ideas nuevas, aquella sociedad lanzó a la hoguera y lanzó al circo a incontable número de seres humanos. Y así también, dura
Y por odio a esas ideas nuevas, aquella sociedad lanzó a la hoguera y lanzó al circo a incontable número de seres humanos. Y así también, durante la Edad Media, en la época del feudalismo, las ideas nuevas fueron perseguidas y sus portadores calumniados y tratados de la peor forma.
Y las ideas nuevas que surgieron con la burguesía, en medio del feudalismo, lo mismo cuando aquellas ideas adoptaban posiciones políticas, que cuando adoptaban posiciones filosóficas, que cuando adoptaban posiciones religiosas, fueron cruelmente anatematizadas y perseguidas.
Siempre las clases reaccionarias se han valido de todos los medios para anatematizar y calumniar a las ideas nuevas. Y así, todo el papel y todos los medios de que disponen no les alcanzan para calumniar a las ideas comunistas, como si el afán de una sociedad en que el hombre no sea un explotador del hombre sino un verdadero hermano del hombre, como si el sueño de una sociedad en que todos los seres humanos sean realmente iguales de hecho y de derecho, no una simple cláusula constitucional como rezan las constituciones burguesas, donde dicen que todos los hombres nacen libres e iguales, como si se pudiera afirmar eso lo mismo del niño que nace en un barrio de indigentes, en una cuna pobre, que el niño que nace en una cuna de oro; como si se pudiera afirmar jamás que en una sociedad de explotadores y explotados, de ricos y de pobres, que todos los hombres nacen libres e iguales; como si todos esos hombres estuviesen llamados a tener en la vida la misma oportunidad.
El sueño secular del hombre —y posible hoy— de una sociedad sin explotadores ni explotados, ha concitado el odio y el rencor de todos los explotadores.
Los imperialistas, como si nos fuesen a ofender, o como si fuese una ofensa, hablan del gobierno comunista de Cuba, al igual que también la palabra "mambí" la emplearon contra nuestros libertadores como una ofensa, así también intentan emplear la palabra "comunista" como una ofensa, y la palabra "comunista" no es para nosotros una ofensa, sino una honra.
Y es la palabra que simboliza la aspiración de una gran parte de la humanidad, y por ella hoy trabajan concretamente cientos y cientos de millones de seres humanos. Y dentro de 100 años no habrá honra mayor, ni habrá nada más natural y lógico que llamarse comunistas.
Hacia una sociedad comunista nos encaminamos. Si no quieren los imperialistas caldo, pues les daremos tres tazas de caldo. De ahora en adelante, señores de la UPI, y de la AP, cuando nos llamen "comunistas" sepan que nos llaman de la manera más honrosa que puedan llamarnos.
Hay una ausencia en nuestro Comité Central
Hay una ausencia en nuestro Comité Central Hay una ausencia en nuestro Comité Central, de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él y que, sin embargo, no figura entre los miembros de nuestro Comité Central.
Alrededor de esto, el enemigo ha podido tejer mil conjeturas; el enemigo ha tratado de confundir y de sembrar la cizaña y la duda, y pacientemente, puesto que era necesario esperar, hemos esperado.
Y eso diferencia al revolucionario del contrarrevolucionario, al revolucionario del imperialista: que los revolucionarios sabemos esperar, sabemos tener paciencia, no nos desesperamos nunca, y los reaccionarios, los contrarrevolucionarios, los imperialistas, viven en perenne desesperación, viven en perenne angustia, en un perenne mentir, de la manera más ridícula, de la manera más infantil.
Cuando se leen las cosas que dicen algunos de esos funcionarios, algunos de esos senadores yankis, uno se pregunta: ¿Pero cómo es posible que este señor no esté en un establo en vez de pertenecer a lo que se llama un congreso? Algunos de ellos dicen verdaderas barbaridades. Y tienen un tremendo hábito de mentir, no pueden vivir sin mentir. Viven angustiados.
Si el gobierno revolucionario declara una cosa —que es lo que ha estado haciendo siempre— como fue a la que me referí al principio, entonces ven cosas truculentas, terribles, ¡un plan detrás de todo eso!
¡Qué ridiculez! ¡Con qué miedo viven! Y uno se pregunta: ¿Lo creerán? ¿Lo creerán? ¿Creerán todo lo que dicen? O, ¿tendrán necesidad de creer todo lo que dicen? ¿O no pueden vivir sin creer todo lo que dicen? ¿O dicen todo lo que no creen?
Es difícil, sería cuestión de médicos y de psicólogos. ¿Qué tienen en el cerebro, qué angustia es esa que en todo ven una maniobra, un plan truculento, tenebroso, terrible? Y no saben que no hay mejor táctica, ni mejor estrategia que luchar con armas limpias, y que luchar con la verdad, porque esas son las únicas armas que inspiran confianza, son las únicas armas que inspiran fe, son las únicas armas que inspiran seguridad, dignidad, moral. Y son con esas armas con las que hemos ido venciendo y aplastando los revolucionarios a nuestros enemigos.
Mentira. ¿Quién ha escuchado nunca una mentira en boca de un revolucionario? Porque son armas que no benefician a ningún revolucionario, y ningún revolucionario serio tiene necesidad de acudir a una mentira nunca; su arma es la razón, la moral, la verdad, la capacidad de defender una idea, un propósito, una posición.
Y en fin, el espectáculo moral de nuestros adversarios es verdaderamente lamentable. Y así los agoreros, los intérpretes, los especialistas en las cuestiones de Cuba y las máquinas electrónicas, han estado trabajando incesantemente para desentrañar este misterio.
Que si Ernesto Guevara había sido purgado, que si Ernesto Guevara estaba enfermo, que si Ernesto Guevara había tenido discrepancias y cosas por el estilo.
Naturalmente que el pueblo tiene confianza, el pueblo tiene fe. Pero los enemigos se valen de estas cosas, sobre todo en el exterior, para calumniar: he ahí al régimen comunista tenebroso, terrible, los hombres se desaparecen, no dejan rastro, no dejan huellas, no hay una explicación; y nosotros dijimos en su oportunidad al pueblo, cuando el pueblo comenzó a notar esa ausencia, que oportunamente hablaríamos, algunas razones tendríamos para esperar.
Nos desenvolvemos en un medio rodeado por las fuerzas del imperialismo. No vive el mundo en condiciones normales; mientras las bombas criminales de los imperialistas yankis estén cayendo en un pueblo como Viet Nam no podemos decir que vivimos en condiciones normales; cuando más de 100 000 soldados yankis desembarcan allí para tratar de aplastar el movimiento de liberación; cuando los soldados del imperialismo desembarcan en una república que tiene igualdad de derechos jurídicamente como todas las demás repúblicas del mundo, cual es el caso de Santo Domingo, para pisotear su soberanía, no vive el mundo en condiciones normales; cuando alrededor de nuestra patria los imperialistas entrenan mercenarios y organizan ataques vandálicos de la manera más impune, como el caso de Sierra Aránzazu; cuando los imperialistas amenazan con intervenir en cualquier país de la América Latina y del mundo, no se vive en condiciones normales.
Cuando luchábamos en la clandestinidad contra la tiranía batistiana, los revolucionarios que no vivíamos en condiciones de normalidad, teníamos que atenernos a las reglas de la lucha; de la misma manera, aunque el poder revolucionario existe en nuestro país, en lo que se refiere a las realidades del mundo, no vivimos en condiciones normales y tenemos que atenernos a las reglas de esa situación.
Y para explicar esto vamos a leer una carta aquí de puño y letra, transcripta a máquina, del compañero Ernesto Guevara, que por sí misma se explica. Pensaba yo si debía hacer la historia de nuestra amistad y de nuestro compañerismo, cómo comenzó y bajo qué condiciones comenzó y cómo se desarrolló. Mas no es necesario. Me voy a limitar a leer la carta.
Una carta que encierra el alma de un revolucionario
Los que hablan de los revolucionarios, los que consideran a los revolucionarios como hombres fríos, hombres insensibles, u hombres sin entrañas, tendrán en esta carta el ejemplo de todo el sentimiento, de toda la sensibilidad, de toda la pureza que se puede encerrar en el alma de un revolucionario.
Y nosotros podríamos contestar, todos nosotros: Compañero Guevara: ¡No es la responsabilidad lo que nos preocupa, nosotros estamos responsabilizados con la Revolución, y nosotros estamos responsabilizados con la ayuda al movimiento revolucionario en la medida de nuestras fuerzas!, y asumimos la responsabilidad y las consecuencias, y los riesgos. Durante siete años casi ha venido siendo así, y sabemos que mientras el imperialismo exista, y mientras haya pueblos explotados y colonializados, seguiremos corriendo esos riesgos y seguiremos asumiendo serenamente esa responsabilidad.
Y nosotros teníamos el deber de conformarnos, teníamos el deber de respetar ese sentimiento de ese compañero, esa libertad y ese derecho. ¡Y esa sí es libertad, no la de los que van a ponerse un grillete, sino la de los que van a empuñar un fusil contra los grilletes de la esclavitud!
¡Y esa es otra de las libertades, señor Johnson, que nuestra Revolución proclama! y si los que quieren marcharse para irse a vivir con los imperialistas, a los que a veces los imperialistas reclutan para ir a luchar a Viet Nam y al Congo pueden hacerlo, ¡sépase también que todos los ciudadanos de este país, cuando soliciten permiso, no para ir a luchar junto a los imperialistas, sino para luchar junto a los revolucionarios, esta Revolución no les negará el permiso! Este país es libre, señor Johnson, ¡verdaderamente libre para todos!
Y no fue esta la única carta. Junto a esta carta, y para la ocasión en que se hiciese uso de esta carta, también quedaron en nuestras manos distintas cartas de saludo a distintos compañeros y, además —como dice aquí—, "a mis hijos", "a mis padres", y a otros compañeros; cartas escritas por él para sus hijos y para sus padres. Y estas cartas se las entregaremos a los compañeros y a los familiares, y les pediremos que las donen a la Revolución, porque nosotros consideramos que estos son documentos dignos de la historia.
Y entendemos que esto lo explica todo, y es lo que a nosotros nos corresponde explicar. Lo demás, que los enemigos se preocupen. Nosotros tenemos bastantes tareas, bastantes cosas que hacer en nuestro país y con relación al mundo; bastantes deberes que cumplir, y los cumpliremos.
Desarrollaremos nuestro camino, desarrollaremos nuestras ideas, desarrollaremos nuestros métodos, desarrollaremos nuestro sistema. Utilizaremos toda la experiencia que pueda sernos útil, y desarrollaremos experiencias nuevas.
Una nueva época surge por entero en la historia de nuestro país, una forma distinta de sociedad, un sistema distinto de gobierno; el gobierno de un partido, del partido de los trabajadores, integrado por los mejores trabajadores, formado con la participación plena de las masas, para poder decir con toda justificación y con toda razón que es la vanguardia de los trabajadores y que es la representación de los trabajadores en nuestra democracia obrera y revolucionaria.
Y será mil veces más democrática que la democracia burguesa, porque marcharemos hacia formas administrativas y políticas que implicarán la constante participación, en los problemas de la sociedad, de las masas, a través de los organismos idóneos, a través del Partido, en todos los niveles. E iremos desarrollando esas formas nuevas como solo una revolución puede hacerlo, e iremos creando la conciencia y los hábitos de esas nuevas formas. Y no nos detendremos, no se detendrá nuestro pueblo hasta haber alcanzado sus objetivos finales.
Y este paso significa mucho, significa uno de los pasos más trascendentales en la historia de nuestro país, significa el momento histórico en que las fuerzas unificadoras fueron superiores a las fuerzas que dispersaban y dividían, significa el momento histórico en que todo un pueblo revolucionario se unió estrechamente, en que el sentido del deber prevaleció sobre todo, en que el espíritu colectivo triunfó sobre todos los individualismos, en que los intereses de la patria prevalecieron ampliamente y definitivamente sobre todo interés individual o de grupos, significa haber alcanzado el grado más alto de unión y de organización con la más moderna, la más científica, a la vez que la más revolucionaria y humana de las concepciones políticas.
Y somos el primer país de este continente, a más de ser, en el criterio del gobierno imperialista de Estados Unidos, el único país independiente. Porque si la Cámara de Representantes proclama el derecho a intervenir en cualquier país para evitar el peligro de una revolución comunista, aquí hay una revolución comunista en el poder.
Luego se nos considera el único país independiente. Y, claro, cuando los representantes de los monopolios lanzaron esa bofetada en el rostro de todas las repúblicas de América, emitiendo la declaración de no independencia, unos cuantos —y podría decirse mejor muchos— se han sonrojado de vergüenza, muchos se han escandalizado cuando Estados Unidos declara su derecho a intervenir unilateralmente.
Bloqueos contra Cuba
Bueno es recordarles los acuerdos que tomaron contra Cuba, bueno es recordarles la complicidad con las fechorías que contra nuestra patria tramó el imperialismo. Y entonces nosotros fuimos los únicos, los que nos levantamos decididos a morir y dijimos que defendíamos no solo el derecho de Cuba, sino que defendíamos la independencia de los demás pueblos de América Latina.
Los que siembran vientos recogen tempestades, y los que sembraron intervencionismo contra Cuba, rompimientos colectivos contra Cuba, bloqueos contra Cuba, están recogiendo tempestades de intervencionismos y de amenazas contra ellos mismos. Y se asombran y se llenan de pánico y se reúnen los parlamentos y los partidos burgueses dan el grito en el cielo. Ahí tienen los frutos de la complicidad con los imperialistas, ahí tienen lo que es el imperialismo.
Y así, cada día que pase, los pueblos verán más nítidamente quién tiene la razón, quién en estos años históricos defendió la verdadera independencia, la verdadera libertad, la verdadera soberanía; y la defendió con su sangre, y la defendió frente al imperialismo y a todos sus cómplices.
Los propios imperialistas les están enseñando. El fantasma del comunismo era incesantemente agitado. Y en nombre de combatir a ese fantasma, los imperialistas yankis han declarado su derecho a desembarcar en cualquier país de este continente, menos en Cuba.
Y lo que nosotros hemos avanzado, pero sobre todo lo que nosotros avanzaremos en los años venideros, utilizando todas las posibilidades potenciales de nuestro país, utilizando las enormes fuerzas que hemos organizado y que hemos creado, utilizándolo de una manera organizada, eficaz: esa es la tarea de nuestro Partido.
Tomaremos enorme ventaja, marcharemos a paso vertiginoso hacia el futuro, con un partido que deberá dirigir, que deberá atender todos los frentes, porque todos los frentes deberán ser atendidos por nuestro Partido, todos los problemas deberán ser estudiados.
Y para eso hemos creado las comisiones, y nuevas comisiones serán creadas. Y no habrá un solo problema que no sea objeto de estudio y de análisis profundo por parte del Partido, para que de cada análisis salga la orientación, la orientación correcta y la mejor orientación.
Y decía que labraremos nuestro camino hacia el comunismo y llegaremos al comunismo. Tan seguros estamos, como de que hemos llegado hasta aquí.
Y en medio de las dificultades de todo tipo de este minuto de la historia del mundo, frente a un enemigo cada vez más poderoso, frente al doloroso hecho de la división en las filas revolucionarias en el mundo, nuestra política será de más estrecha unión, nuestra política será la política de un pueblo pequeño, pero independiente y libre.
Nuestro Partido educará a las masas, nuestro Partido educará a sus militantes. Entiéndase bien: ¡Nuestro Partido! ¡Ningún otro partido, sino nuestro Partido y su Comité Central!
Y la prerrogativa de educar y orientar a las masas revolucionarias es una prerrogativa irrenunciable de nuestro Partido, y seremos muy celosos defensores de ese derecho. Y en materia ideológica será el Partido quien diga lo que debe decir. ¡Y si nosotros no estamos de acuerdo y no queremos y no nos da la gana que las divergencias que dividan al campo socialista nos dividan a nosotros, nadie podrá imponernos semejante cosa!
Nosotros sabemos demasiado bien dónde está el enemigo, quién es el único y verdadero enemigo. Lo sabemos demasiado bien, lo sabemos de sobra. Contra ese enemigo hemos tenido que luchar en condiciones difíciles, para enfrentar a ese enemigo hemos necesitado la solidaridad y la ayuda de muchos, para derrotar la política agresiva de ese enemigo, para seguir enfrentándonos a ella, necesitamos recursos y necesitamos armas.
Porque aquí, a miles de millas de distancia de cualquier otro país socialista, a miles de millas de distancia, sin que podamos depender en los momentos decisivos de otra cosa que de nuestras propias fuerzas y de nuestras propias armas, y como estamos conscientes de los riesgos que corremos hoy y de los riesgos que seguiremos corriendo, hemos de estar armados hasta los dientes y preparados hasta la saciedad.
Una guía para la acción revolucionaria y no un dogma
Y podemos discrepar en cualquier punto de cualquier partido. Es imposible aspirar a que en la heterogeneidad de este mundo contemporáneo, en tan diversas circunstancias, constituido por países en las más disímiles situaciones y en los más desiguales niveles de desarrollo material, técnico y cultura, que podamos concebir el marxismo como algo así como una iglesia, como una doctrina religiosa, con su Roma, su Papa y su Concilio Ecuménico.
Esta es una doctrina revolucionaria y dialéctica, no una doctrina filosófica; es una guía para la acción revolucionaria, y no un dogma. Pretender enmarcar en especies de catecismos el marxismo, es antimarxista.
La diversidad de situaciones inevitablemente trazará infinidad de interpretaciones. Quienes hagan las interpretaciones correctas podrán llamarse revolucionarios; quienes hagan las interpretaciones verdaderas y las apliquen de manera consecuente, triunfarán; quienes se equivoquen o no sean consecuentes con el pensamiento revolucionario, fracasarán, serán derrotados e incluso suplantados, porque el marxismo no es una propiedad privada que se inscriba en un registro; es una doctrina de los revolucionarios, escrita por un revolucionario, desarrollada por otros revolucionarios, para revolucionarios.
Y nosotros habremos de caracterizarnos por nuestra confianza en nosotros mismos, por nuestra confianza en nuestra capacidad para seguir y desarrollar nuestro camino revolucionario. Y podremos discrepar en una cuestión, o en un punto, o en varios puntos con cualquier partido; las discrepancias cuando son honestas están llamadas a ser transitorias. Lo que nunca haremos es insultar con una mano y pedir con otra, y sabremos mantener cualquier discrepancia dentro de las normas de la decencia con cualquier partido, y sabremos ser amigos de quienes sepan ser amigos, y sabremos respetar a quienes nos sepan respetar.
Y estas pautas determinarán siempre nuestra libérrima conducta, y jamás le pediremos permiso a nadie para hacer nada, jamás le pediremos permiso a nadie para ir a ninguna parte, jamás le pediremos permiso a nadie para ser amigo de algún partido o de algún pueblo.
Sabemos la transitoriedad de los problemas. Y los problemas pasan, los pueblos perduran; los hombres pasan, los pueblos quedan; las direcciones pasan, las revoluciones persisten. Y nosotros vemos algo más que transitorias relaciones en las relaciones entre los partidos y entre los pueblos revolucionarios: vemos relaciones duraderas y relaciones definitivas.
Y de nuestra parte nunca saldrá nada tendiente a crear diferencia, algo más que entre los hombres, entre los pueblos. Y nos guiaremos por ese elemental principio, porque sabemos que es una posición correcta, que es un principio justo. Y nada nos apartará de la dedicación de todas nuestras energías a la lucha contra el enemigo de la humanidad, que es el imperialismo. Porque nosotros no podremos decir jamás que sean cómplices de los imperialistas a los que nos han ayudado a derrotar a los imperialistas.
Y aspiramos no solo a una sociedad comunista, sino a un mundo comunista en que todas las naciones tengan iguales derechos; aspiramos a un mundo comunista en que ninguna nación tenga derecho al veto, y aspiramos a que el mundo comunista del mañana no presente jamás el mismo cuadro de un mundo burgués desgarrado por querellas intestinas; aspiramos a una sociedad libre, de naciones libres, en que todos los pueblos —grandes y pequeños— tengan iguales derechos.
Defenderemos, como hemos defendido hasta hoy, nuestros puntos de vista y nuestras posiciones y nuestra línea, de manera consecuente con nuestros actos y con nuestros hechos. Y nada nos podrá apartar de ese camino.
Esta Revolución es un producto genuino de este país
No es fácil, en las complejidades de los problemas actuales y del mundo actual, mantener esa línea, mantener ese inflexible criterio, mantener esa inflexible independencia. ¡Pero nosotros la mantendremos! Esta Revolución no se importó de ninguna parte, es un producto genuino de este país, ¡nadie nos dijo cómo teníamos que hacerla, y la hemos hecho!; ¡nadie nos tendrá que decir cómo la seguiremos haciendo, y la seguiremos haciendo! ¡Hemos aprendido a escribir la historia, y la continuaremos escribiendo! Eso que no lo dude nadie.
Vivimos en un mundo complejo y un mundo peligroso. Los riesgos de ese mundo los correremos dignamente y serenamente. ¡Nuestra suerte será la suerte de los demás pueblos, y nuestra suerte será la suerte del mundo!
Les pido a todos los compañeros aquí presentes, a todos los representantes de nuestro Partido, a todos los secretarios de los núcleos en esta especie de amplísimo congreso, les pido a los que aquí representan la voluntad del Partido, del Partido que representa a los trabajadores, les pido la ratificación de los acuerdos de la Dirección Nacional, les pido la ratificación plena y unánime al Comité Central de nuestro Partido, les pido el pleno apoyo a la línea seguida por la dirección revolucionaria hasta aquí, y el pleno apoyo a la política proclamada hoy aquí.
¡Viva el Partido Comunista de Cuba!
¡Viva su Comité Central!
¡Viva nuestra Revolución socialista y comunista!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
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